Durante años, la industria legal del cannabis ha crecido al margen del sistema bancario tradicional. Hoy, un posible cambio regulatorio promete redefinir su relación con el dinero, el crédito y la economía formal.
Tras casi dos décadas desde que diversos estados empezaron a permitir el cannabis con fines terapéuticos y más tarde recreativos, el sector continúa sujeto a un marco jurídico lleno de contradicciones. En el ámbito estatal, miles de dispensarios operan legalmente y generan ingresos multimillonarios. No obstante, a nivel federal, el cannabis permanece clasificado como una sustancia de estricta restricción, situación que ha mantenido a esta industria prácticamente al margen del sistema financiero de Estados Unidos. Esta contradicción ha forzado a numerosas compañías a manejarse casi por completo con efectivo, frenando su expansión, aumentando los riesgos de seguridad y dificultando su acceso al crédito.
La reciente decisión del presidente Donald Trump de agilizar la reclasificación del cannabis podría convertirse en un punto de inflexión. La propuesta, que movería el cannabis de la Lista I a la Lista III de la Ley de Sustancias Controladas, no solo abarca impactos médicos y científicos, sino que también acarrea relevantes efectos económicos y financieros. Para quienes participan en esta industria, la iniciativa simboliza una oportunidad largamente anhelada para incorporarse de manera plena a la economía formal.
Un marco legal que ha condicionado a toda una industria
Desde la promulgación de la Ley de Sustancias Controladas en 1970, el gobierno federal de Estados Unidos ha clasificado el cannabis junto a drogas como la heroína y el LSD. Esta categoría, conocida como Lista I, se reserva para sustancias que, según las autoridades federales, no poseen beneficios médicos aceptados y presentan un alto potencial de abuso. Bajo esta clasificación, cualquier actividad relacionada con su producción, distribución o comercialización es considerada un delito federal, salvo excepciones muy específicas.
Esta definición legal dejó una huella persistente. Aunque con los años muchos estados aprobaron leyes que habilitan el uso médico o recreativo del cannabis, la tensión entre normas estatales y federales jamás quedó completamente resuelta. Para las entidades financieras sujetas a regulación federal, brindar servicios a negocios asociados al cannabis supone un riesgo jurídico considerable. En la práctica, esto ha implicado que cada dólar que produce un dispensario pueda interpretarse, desde la perspectiva federal, como el resultado de una actividad ilícita.
El crecimiento vertiginoso del sector y su mayor aceptación pública no han evitado que siga apartado del sistema bancario convencional, y esta exclusión de servicios como cuentas corrientes tradicionales, créditos empresariales o plataformas de pago digital ha influido de manera decisiva en la manera en que estas compañías desarrollan sus operaciones.
La economía basada en el uso de efectivo y los riesgos que conlleva
Para muchos operadores de dispensarios, trabajar con grandes volúmenes de efectivo no es una elección, sino una imposición. Al no poder aceptar tarjetas de crédito o débito de manera regular, las transacciones se realizan mayoritariamente en billetes. Esta situación genera una cadena de problemas que va mucho más allá de la incomodidad operativa.
La manipulación continua de dinero en efectivo aumenta considerablemente los riesgos de seguridad, pues los dispensarios se vuelven blancos atractivos para asaltos y su personal queda expuesto a un peligro constante; además, trasladar y resguardar sumas elevadas de efectivo eleva los costos operativos y exige inversiones adicionales en seguridad privada.
A todo ello se añade la complejidad de mantener registros financieros claros y comprobables. Al carecer de un historial bancario consistente y de una trazabilidad electrónica de movimientos, numerosas empresas afrontan barreras para acreditar su solidez, captar nuevos inversores o proyectar su crecimiento. Esta informalidad impuesta reduce la profesionalización del sector y ralentiza su incorporación plena a la economía.
El posible cambio de estatus y lo que implica
La reclasificación del cannabis en la Lista III representaría un cambio notable en la manera en que el gobierno federal entiende esta sustancia. Dentro de esta categoría se incluyen fármacos regulados que, aunque requieren supervisión, cuentan con usos médicos aceptados. Este ajuste permitiría ampliar la investigación científica sobre el cannabis medicinal y sus derivados, entre ellos el CBD, que figura como uno de los propósitos señalados en el plan.
Sin embargo, el efecto se extiende mucho más allá del campo sanitario, ya que al salir de la Lista I, el cannabis dejaría atrás parte del estigma legal que aún lo rodea, lo que podría disminuir de forma notable los riesgos jurídicos para bancos, procesadores de pagos y entidades financieras que opten por ofrecer servicios a compañías del sector.
Para los dispensarios y productores, la reclasificación representa la posibilidad de abandonar el modelo de negocio basado exclusivamente en efectivo y adoptar prácticas financieras más modernas. La aceptación de pagos electrónicos, el acceso a líneas de crédito y la posibilidad de obtener financiamiento para expansión o innovación son algunas de las transformaciones más esperadas.
El acceso al crédito como motor de crecimiento
El desarrollo de la industria del cannabis se ha visto frenado principalmente por la dificultad de acceder a financiamiento, ya que los bancos tradicionales suelen catalogar a estas compañías como de alto riesgo debido tanto a la incertidumbre legal como a los retos para valorar garantías y analizar ingresos en un mercado que opera mayormente en efectivo.
Con una eventual reclasificación federal, este escenario podría empezar a transformarse, ya que un sistema de pagos más claro junto con registros financieros digitales permitiría a las instituciones valorar con mayor exactitud la solidez económica de las compañías, lo que a largo plazo abriría más puertas al financiamiento y favorecería la inversión, la generación de empleo y el fortalecimiento del sector.
El impacto potencial es significativo. La industria legal del cannabis ya genera decenas de miles de millones de dólares en ingresos anuales y emplea a cientos de miles de personas en Estados Unidos. La integración plena al sistema financiero podría amplificar ese crecimiento y convertir al sector en un actor aún más relevante dentro de la economía nacional.
Un sector grande, pero aún marginalizado
Las cifras reflejan una industria de gran escala. El mercado legal del cannabis en Estados Unidos emplea a más de 400.000 personas y cuenta con cerca de 15.000 dispensarios autorizados. A pesar de ello, muchas de estas empresas siguen operando como si estuvieran al margen de la economía formal.
Esta contradicción es una de las principales críticas de los operadores del sector. Desde su perspectiva, no buscan privilegios especiales, sino igualdad de condiciones. Reclaman ser tratados como cualquier otra empresa legal: con acceso a servicios financieros básicos, posibilidad de recaudar capital, financiar investigación y operar con normalidad dentro del sistema económico.
La falta de acceso a la banca no solo afecta a las empresas, sino también a los trabajadores y a las comunidades donde operan. Los salarios, beneficios laborales y oportunidades de desarrollo profesional pueden verse limitados cuando las compañías no cuentan con herramientas financieras adecuadas para crecer de manera sostenible.
Las reservas dentro del sistema bancario
Aun con una reclasificación, el camino no estará exento de desafíos. Para muchos bancos, el cannabis seguirá siendo un sector complejo. Existen tres grandes preocupaciones que suelen frenar la participación de las entidades financieras: la incertidumbre jurídica residual, la valoración de las garantías y el riesgo de actividades sospechosas.
Aunque un cambio de estatus reduciría el riesgo legal, es probable que algunas instituciones adopten una postura cautelosa mientras se clarifican los detalles regulatorios. Además, la valoración de activos vinculados al cannabis puede resultar complicada en un mercado que aún está en proceso de maduración. Por último, los estrictos requisitos de cumplimiento normativo en materia de prevención de lavado de dinero seguirán siendo un factor clave.
No obstante, muchos analistas coinciden en que la reclasificación sería un paso decisivo para normalizar la relación entre la industria del cannabis y el sistema financiero. Con reglas más claras y un marco legal menos restrictivo, el sector podría avanzar hacia una mayor estabilidad y profesionalización.
Un momento decisivo para la economía del cannabis
El posible cambio en la clasificación federal del cannabis no es solo un ajuste técnico en la legislación. Representa un reconocimiento implícito de que la realidad económica y social ha superado al marco normativo vigente durante décadas. La industria ya existe, genera empleo y contribuye a las economías estatales. Integrarla plenamente al sistema financiero es, para muchos, el siguiente paso lógico.
Si finalmente se concreta la reclasificación, sus efectos podrían manifestarse en distintos ámbitos: desde una disminución de los riesgos operativos para los dispensarios hasta un incremento en la recaudación fiscal impulsado por una economía más transparente. Asimismo, esta medida tendría el potencial de dinamizar la investigación médica, favorecer la creación de nuevos productos e impulsar la consolidación de estándares más rigurosos a lo largo de toda la cadena de valor.
En un país donde la relación entre regulación, mercado y política suele ser compleja, el futuro del cannabis financiero aún está en construcción. Sin embargo, la señal enviada desde la Casa Blanca sugiere que el debate ha entrado en una nueva fase. Para una industria que ha crecido durante años en la sombra del sistema bancario, la posibilidad de operar como cualquier otro negocio legal podría marcar el comienzo de una etapa completamente distinta.

